Usuario - - Acceso de Usuarios | Jueves - 28.Marzo.2024 |
Estás en: Poetas famosos Poesía dramática basado en una leyenda homónima de la mitología griega. PERSONAJES: Acontio, joven apuesto. Antera, madre de Cidipe. Voz de Ártemis, la diosa. Cidipe, doncella hermosa. Gimnos, padre de Cidipe. Gloto, pescador y amigo de Acontio Leutana, nodriza de Cidipe. Ciudadanas atenienses. -En las fiestas de Delos- · Acontio: En estas variopintas fiestas de Delos, con su templo y su diosa venerable, ¡ay!, pruebo la inmortalidad del alma. Observo tal candidez en la concurrencia, que abandono ya la profunda caverna de mi arruinada y displicente soledad, madurada entre pescadores, pastores y rebaños, allá en la montuosa isla de Ceos, tan exuberante en exótica vegetación y cristalinas aguas. Ceos, sí, mi patria en el acrecido mar Egeo. ¡Pero que ven mis ojos! Jamás vi doncella de tan sin par hermosura, cuyos bucles cambian mi agonía en fervor; y ya me siento ánfora saciada en su cuello, abriendo aún más sus brazos en jarras, y desde la boca exhalando dulce suspiro. Rosáceo se ha puesto mi rostro, al igual que el numeroso arbusto y las róseas flores del membrillo. ¿Adónde irá, acompañada de su nodriza? Hacia el templo de Ártemis van. Las seguiré de cerca. ¡Hum!, se me ocurre cómo librar una muy beneficiosa estratagema, que en su remate me ate a la doncella, a esa beldad que me arrebata. Compraré un membrillo, y en su corteza grabaré, con la punta del cuchillo, la siguiente frase: “Juro por el templo de Ártemis que me casaré con Acontio”. **PAG**Y allá, junto al templo de la diosa, auxiliadora de los recién nacidos, a los pies de la doncella hábilmente lo haré rodar. Ella, inocentemente lo leerá. ¡Ojalá lo lea en voz alta! Es otoño y las voces se levantan. -En Delos, junto al templo de Ártemis- · Acontio: Se he sentado. Y su nodriza de pie, a su lado, mira alrededor entusiasmada. Ahora se celebra un sacrificio a la diosa de la luna, hermana gemela de Apolo, diosa asimismo de la naturaleza salvaje, de los rebaños y de la caza; divinidad casta, armada de un arco, de un carcaj y de certeras flechas. Hago rodar el inscrito membrillo hasta sus pies, y espero la munificencia de Ártemis. · Leutana: ¡Ay!, un membrillo ha rodado hasta tus pies, mi hermosa Cidipe. ¿A quién se le cayó? Nadie, por ahora, lo reclama. Lo recojo y espero presta agradecidas palabras. · Cidipe: ¡Tiéndemelo, mi amada Leutana! Globosa y amarilla es mi suerte, en esta isla que mi ser estremece. Y ya me siento curso de río que tan insólita canasta -y dentro de ella un recién nacido- con alegre compás mece. **PAG**Pero ... ¡qué veo! Hay una inscripción en su corteza. Te la leo, Leutana: “Juro por el templo de Ártemis que me casaré con Acontio”. · Voz de Ártemis: Hoy soy testigo de un juramento. Nada ni nadie podrá derogarlo. · Leutana: ¿Pero qué has hecho, Cidipe? Te has sonrojado y has arrojado el fruto; mas con todo ello no basta. La diosa Ártemis es testigo de semejante juramento. Ahora, a un extraño, quizá extranjero, estás irremisiblemente atada. -En Atenas, seis meses después- · Antera: Nuestra hija es casadera, Gimnos. Debemos hallar un esposo digno para ella. El hijo de Euloco, Trofo, es de familia distinguida, y observo, cuando coincidimos en los paseos, que la mira gratamente, casi fascinado. Hemos de establecer un vínculo entre ambas familias. · Gimnos: Sí, nuestra hija ya está en edad de casarse. Y Trofo pudiera ser un buen marido para ella. Moveré los hilos, con mucha discreción. **PAG** -En la alcoba de Cidipe- · Leutana: Pero ... ¿qué te sucede Cidipe? Desde que regresamos de Delos, te hallo tan extrañada. Es de día, y un sol espléndido baña la Roca. Contempla los templos de mármol pentélico, iluminados cual si fuesen moradas de dioses, que muestran su dechado a los vanidosos y toscos mortales. ¡Levántate, que me inquietas! · Cidipe: No sé qué me sucede. Mas siento que yo ya no soy yo. Apenas le vi la cara, no sé quién es. Pero sueño con él. Es cual cometa que se aproxima a mi futuro sin pausa. Desde la distancia, estira de mí, y secretamente me llama. (Han transcurrido dos años desde el viaje a Delos. Se celebran las fiestas de los esponsales. Cidipe cae súbitamente enferma y se aplaza la ceremonia). -En la alcoba de Cidipe- · Antera: ¿Qué mal te aqueja, hija mía? Desde que regresaste de la insigne Delos, te hallo tan cambiada, cual si la inquietud o zozobra se hubiese apoderado de ti. ¡Dime que te sucede! El médico dice que, a pesar de tus temblores y convulsiones musculares, no es enfermedad del cuerpo. · Gimnos: Debes decirnos todo lo que sepas. Nos consta que no rechazas a Trofo, que incluso te agrada su presencia. Leutana tampoco sabe nada al respecto. Todo esto es muy extraño, hija mía. **PAG**· Cidipe: Nada hice que pueda avergonzaros. Quizá algún dios me ha castigado por algún dicho o hecho impropio u ofensivo. A veces me dejo llevar por mi candidez, y hasta las blancas nubes se me antojan enormes montañas de nieve flotando en el azulino cielo sin mácula. Otras me hallo ante una sima que se traga de sopetón mis bondades, y hasta mi espíritu padece en un oasis aislado en desiertos arenales. ¡Ay, esos parajes y tierras tan distantes! En fin: sé que todavía soy muy ingenua. · Gimnos: Hija: tú y el mito doméstico. (La joven se restableció enseguida, pero volvió a acometerle el misterioso mal otras tres veces, siempre que se disponía a celebrar los esponsales. Finalmente, Gimnos decide ir a Delfos para consultar al oráculo). -Seguidamente, en la isla de Ceos- · Acontio: Ahora ... ¿qué soy yo sin ella? En Delos se encendió en mí una llama, que nunca se apagará; pero ya sus pavesas me extenúan, debilitan y soy ceniza en un inmenso océano esparcida. No sé cómo, pero he de hallarla. Un heraldo de la diosa me traerá, lo presiento, noticias de mi prometida. Y en su busca partiré, aunque sea lo último que haga. · Gloto: Acontio, vive en Atenas una doncella que padece un misterioso mal, a saber: cada vez que se celebran sus esponsales se pone gravemente enferma y han de aplazar la ceremonia. Este hecho ha ocurrido ya tres veces. Me lo refirió un pescador de Delos. Como me contaste lo que allí hiciste, me ha parecido conveniente decírtelo. **PAG**· Acontio: Sin duda, se trata de mi prometida. Y ello es consecuencia de lo que allí sucedió. Ártemis validó aquel juramento; ahora lo sé. Gracias, Gloto, por esas precisas palabras, que me devuelven las ganas de vivir a la vera de una dulce y hermosa mujer. Ea, parto presto hacia Atenas. He de contemplar nuevamente la belleza de su rostro, y persistir en aquel viejo juramento, así se junte cielo y tierra mostrando otros horizontes. -En Delfos, saliendo de consultar al oráculo- · Gimnos: ¡Ay, dios de la música y la poesía, joven de gran belleza, hermano gemelo de Ártemis, diosa de la naturaleza silvestre (de lo que nace, de lo que brota, ... de lo imprevisto). Mi hija está atada por un juramento, y yo no debo arreciar la cólera de la diosa. Ahora comprendo la naturaleza de la extraña enfermedad de mi hija: se disponía a cometer perjurio. Después de la tempestad viene la calma. Espero que no sea absolutamente amargo el contratiempo, y que pueda hallar dulzura al lidiar la amargura. Quiera la diosa que ese mozo enamorado, si es plebeyo, sea juicioso e íntegro. -En Atenas- · Acontio: Por fin he localizado su morada. Su nodriza me pondrá al corriente. Los que padecen un extraño mal deben aplacar su ira; ello es lo conveniente. Me mostraré tal cual soy: enamorado, refinado, fabulador, complaciente, y deseoso de besar sus dulces labios, como si fuese, para mí, renovado aliciente. **PAG** -Días después, en Atenas- · Acontio: Decidme, señora: ¿cómo se encuentra la gentil y hermosa Cidipe? Os lo imploro. He venido desde la montuosa isla de Ceos, buscando el favor de un amor imperecedero. Sepa usted que yo no puedo vivir sin ella, que la locura me acecha a cada instante. ¡Deténgase! ¿No percibe en mi rostro tamaña aflicción? · Leutana: ¡Cómo pudiste hacerlo! La diosa debió castigarte por ello. · Acontio: Lo hizo, al alejarme de Cidipe, la única luz y flor de mis sueños, sin recibir de ella ni tan siquiera una mirada, ni una cálida palabra de esperanza. · Leutana: Obraste mal al atropellar a una doncella. Ahora se encuentra bien, ningún mal la afecta. Pero no debes acercarte a ella hasta que yo te lo diga; podría desmayarse ante tu súbita presencia. Su padre, que ha ido a consultar al oráculo Delfos, está a punto de llegar. Ya te avisaré. (Han transcurrido varios días y el padre de Cidipe ha regresado de Delfos. No sólo ve ya negrura. Acontio, apostado cerca de la morada de su prometida, espera entusiasmado verla salir, acompañada de su nodriza, o sola. Está deseoso de intercambiar íntimas palabras. Antes, continuamente había pedido noticias a Leutana, acerca de la salud o el estado de ánimo de Cidipe, la que él considera, por juramento, su prometida). **PAG** -En cualquier punto de la ciudad- · 1ª ciudadana ateniense: Dicen que sólo lo movió la pasión, que está profundamente enamorado de ella. Se desvive por cualquier noticia relativa a la que él considera su prometida. Su pasión es ya comidilla de toda la ciudad. · 2ª ciudadana ateniense: ¿No crees que habrá embrujado a la muchacha? · 1ª ciudadana ateniense: No; es un hecho insólito, pero tan cierto como que el día es luminoso y obscura la noche. · 2ª ciudadana ateniense: Sólo he oído otro caso, pero tan remoto. En vez de membrillo fue con manzana. · 1ª ciudadana ateniense: De cualquier manera ... ¡vaya estratagema! **PAG** -En la morada de Cidipe- · Leutana: Aquí os lo presento: éste es Acontio. · Antera: ¡Vaya! Es un mozo de buena presencia, todo de una pieza y sin hilos en maraña. · Gimnos: Ha tenido suerte de que una diosa, la bella diosa de lo imprevisto, se haya puesto súbitamente de su parte. · Cidipe: Sólo te vi una vez, mas tu imagen permanece inalterada en mi corazón. · Acontio: Mi hermosa y dulce Cidipe, la mujer que habita en mi único sueño: no dudes de mi inagotable amor. Te amé cuando te vi por primera vez, y ahora te amo más que aquella vez. · Antera: Esta noche cenarás con nosotros. En la cocina están preparando, a guisa de bienvenida y celebración, un cordero asado que ... · Gimnos: Acontio: espero que, al igual que con mi hija, urdas muy pronto provechosa estratagema; pero esta vez beneficiosa para los olivos que crecen sin ardides en mis tierras. (El padre se informó sobre la familia de Acontio, que no le pareció indigna de unirse a la suya, por lo cual, una boda feliz vino pronto a recompensar la estratagema del joven). |
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