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Viernes - 19.Abril.2024

Alán Evangelista (Alberto Angel Pedro)

contenidos / pág.8 contenidos 1 pág.Ordena por
¡Como el agua de un arroyo cristalino,
de igual modo es la existencia de los hombres!
…Un momento en que escribimos nuestros nombres
para darle forma lógica al destino.
¡Pasa rauda nuestra vida, como sombra,
como el rápido caudal de un mar bravío!
y es su empuje tan veloz, su grande brío,
lo que al hombre, que es efímero, le asombra.
¡Qué pequeña nuestra vida es al nacer,
es minúscula y se seca presurosa!,
¡como el pétalo marchito de una rosa,
que jamás a su botón ha de volver!
El transcurso de los tiempos, es un brugo,
y la vida temporal, tan pasajera,
que más bien que algo objetivo, es cruel quimera,
que nos sorbe inexorable el vital jugo.
Hoy, el hombre, busca enérgico el poder,
su virtud ante el dinero se derrumba,
¡no comprende que su fin está en la tumba,
y que e...
María Luisa: Dulce amor de mi existencia,
mujer noble que amé tanto en el pasado,
¿Es que acaso no oyes firme la impaciencia
de mis voces y su acento contristado?
Cuando duermo, agonizando, aquí, en mi lecho
y la noche se prolonga triste y mustia,
¡yo quisiera fusionar tu alma a mi pecho
y que juntos compartiéramos la angustia!
¡Cuánta paz hay en la noche!, ¡cuánta calma
se desprende de este cielo que yo miro!,
¡tan serena está la noche, que del alma
puede oírse la nostalgia de un suspiro!
Lo que digo, lo dijeron ya otra gentes,
gentes nobles, como son tantos poetas,
¡que han vertido diez mil lágrimas ardientes
en la mística obsesión que hay en sus letras!
¿Por qué das a mis pasiones tanto olvido
y le niegas a mi vida tu presencia?,
¿no contemplas que la paz casi he p...
Pobre de esa juventud, que sin amor,
vive llena de pesar y desaliento,
cuya vida de fracaso y desamor
la ha marcado brutalmente el sufrimiento.
Esa pobre juventud del barrio bajo,
del oscuro callejón y la favela,
aborrece las virtudes del trabajo,
el alcohol y los narcóticos anhela.
Los infantes que dormitan en los quicios
de las puertas y en obscuros callejones;
esos niños que subsisten en hospicios,
que deambulan entre taxis y camiones,
son producto libertino de sus padres;
si son hombres, se darán pronto a los vicios;
si son niñas, precozmente serán madres.
Esa pobre juventud, desorientada,
en la senda del error, fatal camina;
hoy, su vida la violencia determina,
porque ha sido por el mundo desechada.
Esa po...
Hoy, que estoy muy triste,
lleno de dolor,
ya que ayer partiste,
dejando en mí pena
y un cruel sinsabor.
Hoy, que a mi alma dejas
de tristeza llena,
entre tantas quejas
te pregunto, amor:
¿Quién, mujer, te quiere,
quién infiel te ama?,
¿Quién duerme en tu cama,
mas tu vida hiere?
¿Quién te da reposo,
manantial hermoso?
¿Quién te da ilusión
y al final rechaza?,
¿Quién da el corazón
por humilde casa?
Hoy, con tu partida,
queda mi alma herida,
en mí se ha anidado
ya la decepción.
Porque te has marchado,
con grande hermetismo,
tras el espejismo
de una cruel ficción.
¿Quién te da el cariño,
de su amor profano?,
¿Quién te da su mano,
su oración de niño?
¿Quién, libre de agravios,
de grande desdicha,
halla tanta dicha
por besar tus labios?
Con tu despedida...
Cierta vez, el Señor león, abrió una escuela,
a la cual muchos alumnos asistían:
Desde el oso, la avestruz y la gacela,
hasta hienas, que sarcásticas reían.
De toda esta meritoria camarilla,
-de vivaz e inigualable inteligencia-,
destacaba un zorro astuto, de alta ciencia,
tres mastines, un cotorro y una ardilla.
Los alumnos progresaban con el tiempo,
demostrando sus virtudes sorprendentes
y la escuela de Don León era un ejemplo,
que admiraron sorprendidas muchas gentes.
Orgulloso el Profesor del resultado
y observando su trabajo prosperado,
más alumnos en la escuela no admitió.
Todo estaba concluido, pero un día,
un borrico vivaracho y muy risueño,
con fineza ante el mentor se presentó.
- ¿Qué deseaba?, dijo el león con cortesía,
a la vez que, saludando, sonreía.
- P...
(Basado en el cuento de Ángel de Campo: “El chiquitito”)
¡Cuánto diera aquel tristísimo gorrión,
apresado en ese horrendo cautiverio,
salir raudo de su lóbrega prisión
y posarse en el suntuoso monasterio!
¡Con qué místico placer él se hundiría
en el bosque, de selváticos rumores!,
¡con qué gula el Chiquitito libaría
la fragancia perfumada de las flores!.
Y es que el pobre y desvalido Chiquitito
anhelaba con sus alas apresar el infinito,
contemplarse en el estanque del jardín
y emprender un viaje grato hacia el confín.
¡Qué difícil e impactante era la suerte,
de mirarse en ese horrible calabozo!,
donde todo su universo era espantoso,
¡donde muchas ocasiones vio la muerte!.
Sucedió que, estando triste en su prisión,
no contento de su vida, en realidad,
un proyecto se anidó...
¡Qué cambiado en su persona está Patricio,
desde el día que lo nombraron Presidente!,
no se porta cariñoso con la gente
que le diera tan jugoso beneficio.
Y es que nunca había tenido tal oficio,
pues, hoy, viste un traje negro, americano;
pareciera que se olvida que es humano,
que la gloria de su puesto será corta,
¡mas parece que al imbécil no le importa,
pavoneándose en las calles tan ufano!:
¡Miren, miren!, ¡qué soberbio se comporta!
No es el mismo, cuyo roce era tan grato,
¡hoy es tosco y desabrido en cualquier gesto!,
¡pero ayer fue un adorable candidato
que buscaba acomodarse en dicho puesto.!
Era ayer, en absoluto, un caballero,
que al anciano, saludó con cortesía,
que al paupérrimo su mano le extendía
y a uno que otro huerfanillo dio dinero.
¡Cuá...
Lo que voy ahora a narrarles, no es leyenda,
no es embuste, ni tampoco son patrañas;
es un caso que escuché en tierras extrañas.
Ojalá que usted, mi amigo, lo comprenda.
Seré breve, como dicen los catrines,
cuyo estudio muy extenso les fue pena,
y entre el sol y la fragancia de jazmines,
trataré que esta, mi historia, le sea amena.
Pues, hay tiene usted la anécdota, mi amigo:
Conocí, ya hace algún tiempo, a Don Rodrigo.
Aquel hombre que en mi historia le refiero,
tuvo haciendas por las tierras michoacanas.
Era dueño de novillos, -muchos fieros-,
que envidiaron las haciendas queretanas.
¡Qué decir de aquellas huertas de manzanas,
donde el oro de las mismas relucía;
las hectáreas de maizal oscuro y blanco!,
¡qué decir de aquellas cuentas en el banco
y las acres de dulcísi...
v.03.15:0,775
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