| Para María Dolores Menéndez López
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Soneto VII Un mar navegarás donde, brumosos,
Negando al sol la luz, llama escarlata,
Los vientos, sombra gris, noche insensata,
El cielo cerrarán avariciosos. Después de los umbrales cavernosos
Del sueño que en la noche se dilata,
Tus ojos se abrirán, perla de plata,
Buscando los paisajes luminosos. Y todo mostrará su luz dorada,
El cielo, el sol, el mar y las orillas,
Para escuchar tu voz, ayer callada. Risueñas nuevamente tus mejillas
La brisa sentirán más que hechizada,
La leña dando al alba y sus astillas.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
Todos los derechos reservados por el autor.
José Ramón Muñiz Álvarez
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Soneto VI Heraldo de bondad fue su semblante,
Más puro que la luz de la alborada,
La gracia de su rostro, la mirada,
Sincera siempre, bella a cada instante. En ella la ternura era constante,
Más clara que el granizo y la nevada,
Hermosa como el sol, jamás nublada
La frente cuyo rostro hizo brillante. Más pura fue su piel que la azucena
Que brota en primavera por los prados,
Más cándida y más bella, siempre buena. Recuerdo que sus párpados cansados
Tendían a cerrarse, aunque sin pena,
Buscando sueños siempre reposados.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
Todos los derechos reservados por el autor.
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Soneto V A cambio de tus besos silenciosos
Un reino he de entregar, tierra olvidada,
Aire sin voz, llegando a la morada
De todos los misterios y reposos. Los guiños de tus ojos cariñosos
Allí me encontrarán, alma cansada,
Lleno de amor, de entrega fatigada
De anhelos y de esfuerzos dolorosos. Habré llegado a ti desde la vida
Para volverte vida entre mis brazos,
Y habremos de emprender el largo viaje. Del sueño volverás del que, dormida,
Pretenden despertarte mis abrazos,
Que abrieron a tu amor tanto coraje.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
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José Ramón Muñiz Álvarez
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Soneto IV No oiréis correr de nuevo el arroyuelo
Que, alegre, se lanzaba a su caída,
Ni al dulce ruiseñor, cuya venida
La bóveda alumbró del alto cielo. Dolores era hermosa como el vuelo
Que alcanza las antorchas de la vida,
Luciente como el alba que, encendida,
Cuajaba en sus cabellos el deshielo. Mi espíritu poblaron las malezas
Dejándome en las sombras misteriosas
Que llenan hoy mis versos de tristezas. Sus ojos son estrellas luminosas,
Sus luces, altas torres, fortalezas,
Alegres sus sonrisas perezosas
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
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Soneto III La orilla alborotó un mar coralino
Y el cielo asaltó, puro y despejado,
Aquel caballo raudo que, embrujado,
Pincel se hizo del aire cristalino. Y hallaste, al avanzar en el camino,
Crepúsculos sin voz, un mar dorado,
Y pudo descansar, ya fatigado,
Tu aliento, firme ayer, hoy peregrino. La noche vino larga y duradera
Con el amanecer, robando el día,
Su luz, su brillo, toda la hermosura: Mi pecho será luz, y, dondequiera,
Habrá de iluminarte cuando, fría,
Te aceche, sin pudor, la noche oscura.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
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José Ramón Muñiz Álvarez
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Soneto II Un ángel vi de niño en la mirada
De aquella anciana dulce y cariñosa,
Más bella que la aurora perezosa
Cuando apagó su voz de madrugada. En su cabello blanco la nevada
Hirió el color luciente de la rosa,
Y el pardo de sus ojos hizo hermosa
De su mirar la luz, alma hechizada. De niño vi en su rostro la dulzura
De aquella vieja a la que, agradecido,
Besaba con amor en la mejilla. Su voz hablaba llena de ternura,
Amable siempre, en tono suspendido,
Mostrando, con amor, su alma sencilla.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
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José Ramón Muñiz Álvarez
(Breve reseña)
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Soneto I
El viento helado que rozó el cabello,
Llenándolo de escarcha y de blancura,
No osó matar su hechizo, su ternura,
Sus luces, sus bellezas, su destello:
Manchado de granizo fue más bello,
Más puro que la nieve cuando, pura,
Desciende de los cielos, de la altura,
Tan diáfano que el sol luce en su cuello.
Hiriéronla los años, la carrera,
El rápido correr hacia el vacío,
Más no perdió la luz de su alegría.
Sus risas, floración de primavera,
Fluyeron como, rápida en el río,
El agua en su correr, helada y fría.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba"
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José Ramón Muñiz Álvarez
(Breve reseña)
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“EL CANTO DEL AUTILLO EN LA BUHARDILLA”
Los recuerdos del niño que renace de
nuevo.
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Los troncos de los árboles, ya muertos, les sirven de mansión a los mochuelos que habitan lo profundo de los bosques. El cárabo es más tímido, si acaso, pues vuela sigiloso, entre los robles, cazando ratoncillos y batracios. En cambio, la lechuza y el autillo no temen instalarse en las buhardillas, de las casonas viejas de la aldea.
El mes de abril, que suele ser lluvioso, también tiene sus tardes encendidas de sol y luz, de magia entre los árboles. Mas, al llegar el brillo del ocaso, se escuchan los autillos en los parques, que llaman al amor en plena noche. Los más supersticiosos tienen miedo, y dicen que convoca al aquelarre de brujas en... EL CANTO DEL AUTILLO EN LA BUHARDILLA
José Ramón Muñiz Álvarez
Los troncos de los árboles, ya muertos, les sirven de mansión a los mochuelos que habitan lo profundo de los bosques. El cárabo es más tímido, si acaso, pues vuela sigiloso, entre los robles, cazando ratoncillos y batracios. En cambio, la lechuza y el autillo no temen instalarse en las buhardillas, de las casonas viejas de la aldea.
El mes de abril, que suele ser lluvioso, también tiene sus tardes encendidas de sol y luz, de magia entre los árboles. Mas, al llegar el brillo del ocaso, se escuchan los autillos en los parques, que llaman al amor en plena noche. Los más supersticiosos tienen miedo, y dicen que convoca al aquelarre de brujas en los montes colindantes.
De niño, en la buhardilla de la abuela, sentí la voz crispad... Ver http://jrma1987.blogspot.com
Soneto XXVII
Halló de madrugada aquel aliento
Al deshojar las flores de la vida,
El aire malherido que, dormida,
Borró en tu rostro todo el sufrimiento.
Un cielo azul, un nuevo firmamento
Dejó volar tus alas, y, perdida,
El cielo se hizo grande, pues, vencida,
Tu voz esparció en él la luz del viento.
La luz del sol rayó la lejanía,
Gorrión dorado, rápido estandarte
Que bellos horizontes encendía.
Fue cruel la madrugada con besarte
Cuando el azul del cielo descubría
Un sol que iluminaba cada parte.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las campanas de la muerte”
Primera parte: "Los arqueros del alba" | | |