Gorrocha

En la puerta me dejé el recuerdo más querido.
¡Qué recuerdo más feliz pensar en el dedo pulgar!

Yo estuve y verán...
Hacían pan churruscante en la boca bien caliente del fogón.
Antes una mujer de brazos y senos sólo senos y brazos saya corselete coqueta, lo amasó.
Harina gris en sus manos a pasta gris se llegó.
La artesa nevada.

Berza blanca con rabito se desmayaba al ojo mirante.
Cabalgata de jinetes caballos crines sueltas una pata.
Dos bases para el templo dos columnas y un cristal rosado nuevo.
Más cilindros tenía ya el motor desarmado al caer la mirada cansada.

Venidos de muy lejos los cantores. Traídos de la estepa lejana sin los perdidos ardores del verano, se hallan llenos de tripas satisfechas los forasteros cantores.
Se han traído las mejores condiciones de la tierra emblanquecida y buscan los calores desprendidos de los cielos.
Son como niños bailantes quietos enfriados reventantes.

Estaba escribiendo en el triste comedor viejo de la pensión y ahora, en la
habitación no puedo seguir no puedo seguir. No me sirve de nada la soledad
adorada del que no quiere entender.
Yo escribía en el rincón sucio anterior por que allí a mi alrededor había
personas viviendo, que comían bascas basura de pensión.

¿Acero cansado?
No sé.
¿Tierra baldía?
No sé.
¿Sudor seco?
No sé.
¿Trabajo de noche?
No sé.
¡NADA SÉ, PERO VIVO!
¿Castigo?
Lo sé.

Tengo un cuerpo.
¿Quién no?
A mí no me sirve completo.
Completo es para otro pues acepto mujer.
Sin ella...
¿Para qué?
No puedo ser completo sin ti.
Te espero. Tengo fe. Ven, mujer.
Soy tu propiedad.
¡Propietaria del averno!

Risa grito carnaval...
¡Cómo rieron!
Yo gemía en un rincón.
Risa grito carnaval...
¡Para los demás!

Ni bebiendo me emborracho.
¡Dios santo!
¿Qué me dejas?

Perros podridos.
¡Ay!
y camelias
van.
¡De! ¡De! Desierto
de viento.
¡Ja! ¡Ja! Lejano
maestro.