mariposita

A grosso modo te lo digo, ni te habito ni me brindas albergue.
Un caballero ha de ser el que me tiente a pisar tierras nuevas
Avaricioso y loco, más no un patán con suerte
Poeta de natura, autor del verbo entrelazado y propio
Soñador de caminos, cantautor y Trovero
Uno que en mi piel ponga locomotoras
Y convierta mis cuerpo en carta topográfica
Yo no quiero milagros genéricos
Títulos colgando en mis ventanas
Caballos sin cascos y noches sin mañanas
Quiero pan, vino y queso
Techo y esperanza
A grosso modo te digo
Quiero un hombre cabal que habite mis entrañas.

Te inserto en mi mundo:
bucólico, sencillo
trenzo oración y verso
con tu encumbrado verbo.
Acuno tus pasiones
en mi cuerpo desnudo
te digo al oído mis memoriales,
mientras estás dormido.
¡qué universos distantes son el tuyo y el mío!
Tu en ciudades,
en antros pletóricos de ruido
Yo en mis soledades,
con mis cuadros,
mis libros.
Soñando que se juntan tus sueños y los míos.

Mientras el espejo limpia mis transparentes alas
Un violín inconverso toca música profana
In mente me persigno, digo una oración extraña
Exorcizo el recuerdo de una caricia lejana
y mientras el espejo limpia mis transparentes alas
La palabra furiosa y dramática, libidinosa y cálida
Extrae el líquido virginal de mi caverna sacra

Su mano sobre la mano; que extendida le esperaba. El cielo como testigo, el alba como semblanza, la luna media naranja es la que invita a la magia.
Un ser alado les brinda; hechizo con polvo de hadas.
Vuelan sin norte, sin rumbo, y descansan en la playa. La arena marca sus cuerpos, espejos de Diana clara.
Un beso sella su encuentro, el sol sus almas abraza y en secreto se juran que igual se amarán mañana.
El sueño aliado de siempre convierte su cuerpo en algas, así navegan los mares y son dueños de las aguas.
La realidad es el tope, la sociedad los atrapa, el día marca la línea que el yuxtapuesto separa.
Guardan sus mitos, sus karmas, adiós es mala palabra y aún un hasta pronto; corta del amor las alas.
El silencio impera entonces, por eso no dicen nada.
Su mano sobre la mano, que extendida es ...

Asintomático y agónico el mundo espera el amor que le redima.
Las calurosas calles corcovean semejando famélicas serpientes, devoradoras de hombres.
El vomito infernal del asfalto hierve ligándose al viajero y borrando las antiguas huellas.
Los pies del caminante no se hunden suavemente en el terruño.
La mano cálida del destino golpea el rostro inanimado.
La ciudad anuncia el día, un día ya estrenado.
La urbe fantasmal baila interminablemente al toque del reloj.
Perdida con sus alas rotas por el viento norte, ella espera que el mundo se levante.
Ayer cuando jugaba a la Rayuela, podía inventar finales a los cuentos. El dragón de tres cabezas era su celador, su compañero. Tan solo ayer, miraba el amanecer jugando a tironearse con la noche. Hoy las últimas raíces se desprenden y el mundo gira loc...