Un abrazo, un beso inesperado,
un cuídate, un te quiero dicho
de distintas manera, un papel
escrito a las apuradas. No es
necesario regalos costosos, ni
la luna: solo cariño sincero,
simple y directo.
En sus pupilas negras
bailan las luciérnagas
cuando se enamoran.
Así nacen las estrellas.
Así, cuando se acercan,
late ígnífera la aurora.
Así se apaga una vela.
Así, cuando se alejan,
olvida su olor la rosa.
Aún, en las noches negras,
frente al mar, se recuerdan;
cuando el cielo que no olvidan
alcanza el fondo de la piedra.Fuente: http://losupeencuantotevi.blogspot.com.es
Psss... oye...,
¿Estás despierta?
No te muevas,
no te destapes,
tranquila mi niña,
descansa.
Tu solo escucha,
mis dulces palabras,
con olor a salvia
y menta.
Palabras huntadas
en pan, en rebanadas,
es desayuno que calma
el hambre,
ese hambre nuestro
de madrugada.
Te quiero y deseo
con toda mi alma.
Tu perfume de almohada
me embriaga.
Prepara las maletas
nos vamos a la playa.
Ahora si,
ahora duerme, sueña
que tengas
muy buena mañana.
Un beso,
mi alborada.
¿Has conocido el AMor?
¡SI!
¿A que huele?
A tí
¿Cual es su sabor?
Es puro dulzor
¿Que colores viste?
Todos y ninguno
¿Son de seda o de algodón?
Los dos son
¿Canta como el ruiseñor?
¡Mejor!
Ya lo conoces,
AMOR
Tumbaito estoy,
contemplando tu alma,
me incorporo,
me siento,
Ahora estoy,
ahora me hallo
mordisqueando esa,
tu dulce manzana,
suavemente,
con la punta
de mis labios
Brunilda, rebelde.
Por sus hechos, encarcelada.
Por el AMOR, liberada.
Por la traición, olvidada.
Por la venganza, malvada.
Por la verdad, suicidada.
La venda de nuestros ojos,
no nos deja ver la cara.
Tú, eras una valkiria de Odín,
en cuentos, cantares y leyendas,
inmortalizada.
De mí no se escribirá, no se hablará,
no se dirá más nada.
Que puedo decirte que tú no sepas.
Que puedo contarte para que tú me creas.
Lo eres todo para mí, lo más pequeño
de tu ser, en mí desborda tanta grandeza.
Tu rostro en espejo de tocador,
de plata labrada, plata vieja,
en él, tu hermosura presa.
Cepillo de finas y fuertes cerdas,
alisan tu larga cabellera negra.
También es de plata vieja.
Sentada, como alteza, tiesa,
tu espalda en curvatura casi perfecta.
Mis manos sobre tus hombros, abiertas,
rozan tu piel como alas de lechuza inquieta.
Se deslizan buscando abrazos de noches,
de vientre, cintura y caderas.
Mientras tú, en el espejo, la mirada quieta,
pero tu cuerpo, ese, se remueve
y por mí, tiembla.
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