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Estás en: Poetas famosos A mi, a mi los Reyes, los Magos Reyes de Oriente, me trajeron, me regalaron hace cien años, mil de mil años hace, una corneta sonora. Era la corneta seca, vieja, de sonido seco, viejo, que habla, dice, gime y sólo es ella la que quiere ser una estrella. La corneta que resuena en el vacío vicio del oído. La corneta que oigo sonar cada día... Corneta que nada dice. Corneta que suena y suena. Corneta que no es mala y ni siquiera es buena. Toca en el desierto de la indiferencia, en la negra sombra de la apatía, quiere ser clarín un día, y pronto cae en el placer de la inercia. Está hecha de oro, incienso y mirra. Oro convertido en riqueza, incienso es su apariencia y lo que más consume y el aroma de lo imposible escapa desde su misma esencia. Quiere distribuir conciencia en lugares desiguales y clama su impaciencia con sonidos infernales. Tres Reyes, tres, los que sois magos, los lejanos y ciegos: ¿qué hicisteis con nosotros? Os descubrimos y os quisimos, nos matamos como hermanos y el regalo de Oriente que nos hicisteis fue: una corneta sin oro... una corneta sin mirra... y una cortina de incienso. |
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