EL FINAL

EL FINAL

El aliento arenoso de la suerte,

besó la piel de un infante,

y los filosos dardos de la muerte,

atravesaron su corazón valiente.

La única flor de un camposanto,

herida en su aroma agoniza,

vestida de impoluto blanco,

llora lágrimas de ceniza.

Se escucha aún el lamento,

de un niño en la fragua del hierro,

pequeño soldado hambriento,

enviado a un obligado destierro.

Murió en su propia trampa,

sabiendo que no era inocente,

doblan campanas en Lampa,

y rapiñas horadan su vientre.

No habrá lápida, ni lágrima ni rezo,

En la pequeña tumba olvidada,

Solo el recuerdo de un beso,

Sobre la hierba ensangrentada.