Usuario - - Acceso de Usuarios | Sábado - 20.Abril.2024 |
Estás en: Poetas noveles En este pensil de mis sueños nunca difundidos, entre audaces centauros que van derramando sosiego, contemplo a la hermosísima Helena que se baña en un río de herbosas orillas, mientras escuchamos cantar tetrámetros al divino Auros, acompañado de su dulce flauta. Nunca la yedra medró en mí, como hasta ahora; nunca fuentes de aguas sombrías me sedujeron tanto como en estos años en que la mujer de hermosas trenzas, la que se baña y atiende al canto y son de la flauta, me enseñó a sentir el sueño del amor y alegrar mi mente. Mientras mide el tiempo la inexorable clepsidra, y las Hilanderas hilan la trama de la vida, nosotros, Helena y yo, nos explayamos en este pensil; danzamos en corro cuando la luna es plena y el espíritu se levanta, como silbando. Vedla ahora cómo hiende el agua cristalina, cómo agita sus cabellos fuera del agua, cómo se dirige a los vibrátiles juncos y a las náyades que fingen bañarse a su vera, cuando en realidad vienen a escuchar el canto y el son de la dulcísima flauta. ¡Oh vida, ay firmamento! Huyeron las nubes negras, olvidáronse los caminos trillados y polvorientos; nada de nubes de polvo, nada de humo, nada de ladrones de vestidos, sólo paz y calma. 'Vuela hacia mi amor, alado beso que, cual mariposa, llevas en ti mi ánima. Cuando roces su suave piel musítale al oído que ante esto no hay castañuelas que valgan'. |
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