¿Lo llevas bien? se escucha en la cima
mientras rebuscas en las pedruscos chicos
que salpican la falda de la montaña
enorme, gigantesca a esa mirada distinta
“si”, rebates, con los dedos en su tierra extraña…
pero no es cierto, la duda se afirma
sobre los decepcionados vencejos, blancos y negritos
¡No hay insectos a su boca extinta!
Y mientras reprimes el sollozo, prietos los dientes
las gotas heladas te rodean tiritando
vedada su memoria de tanto temblor atesorado
tras los miedos oscurecidos del oscuro celaje
que flexible, aúpa a la cima a los valientes
esos que rebasaron tu elástico núcleo salvaje
amante del pavón que huele a muchacho alocado
sin materia especifica con la que irse alimentando.
Todo en ti es verde y está a tu piel adherido
como el ansioso viento que sobrevive al suspiro
pero las mujeres son amarillas
con ojos tenaces y castaños.
Las orugas, reposan hartas de tanto verde comido
pero los árboles se tornan sordos y huraños
mientras la cuca se adormece en su retiro
esperando el esplendor de las polillas.
Siento tu esfuerzo devanando la paciencia
en la sala de estar inadaptada
¿Estás bien? azul arriba, el eco declama
la violencia que resuelve la delicadeza
el dolor es como el hielo, su transparencia
es una ventana abierta a la mirada
del rostro insensible en un cuerpo sin cabeza…
clava, hiere, agrieta, revienta el reposo de la cama.
Al fin, se suelta de la cuerda anaranjada
cansada del color del desánimo
quiere oler a rosas y hortensias, a tomate fresco
quiere saber a melocotón de Agosto
y se marcha del vaivén de la triste prominencia
al silencio placentero y anónimo
donde nada le corroe la existencia
con un rictus serio, cuidado, paliativo y grotesco
solo deja la memoria con el frescor de un hosco rojo