Corazón! Ponte en pie! Cierra tu herida. Seca tu llanto, alegra tu mansión, olvida tu dolor, tu pena olvida, cubre de flores, tu sutil guarida y hoy que la Primavera te convida, ¡Corazón, ponte en pie, cierra tu herida toma el tricornio y canta, Corazón!
No invoques a la musa, hoy que te implora tu propio dueño una sutil canción, para cantar un cielo que se adora, para decirle a un pueblo que se llora, cuando llega esta hora de la separación, para triste decir ¡tú eres la única musa, Corazón!...
El barco va a manera, sobre el mar inestable,
de un cansado titán que buscara su lecho
y el viento entre las jarcias silba agudo, a despecho
de la hélice que gira veloz e inexorable.
Como un gran corazón, crepita; mas advierte
la mirada radiante del fanal, que, avizora,
le indica la asechanza marina, y con la prora
en blanca espuma frágil, al cruzarla, convierte.
Va sin temor, confiado, seguro en su destino;
y la hélice da el impulso, el timón, el camino
y atraviesa la negra sombra inerte, ligero.
Y el conjuro del mar ruge a su paso. ¡Pero
hay rocas y hay tormentas, y ha de llegar un día...!
Y toda tu armadura ¡oh vano! será mía...
En el rostro anguloso de fiero perfil duro
se enseñorea el aire de su adusta mirada;
parece que viniera de una tierra ignorada,
habla un idioma extraño, sordo, lento y oscuro.
La cabeza inclinada en la cóncava mano,
el cuerpo agazapado en un gesto felino,
sus ojos son los siniestros del Destino
y su boca la puerta de un insondable arcano,
Cuando el mar en las tardes su furor agiganta,
la ignota en un impulso violento se levanta
y las rojas quimeras del crepúsculo mira.
Pasa sobre la nave graznando una gaviota,
epilépticamente la dura hélice gira
y en la estela agitada la blanca espuma flota.. .
En estival crepúsculo zarpó la crepitante
blanca nave dejando su estela sobre el mar,
como una grácil novia que arrastrara sus tules
sobre ondulante alfombra llena de majestad.
En la afilada prora quebráronse las olas
y de las chimeneas surgió el humo de la paz
de la noche sombría, hacia la curva estéril
de la costa, perdida en la insondable oscuridad.
¡Oh la fosforescencia de las horas del trópico!
¡Oh las naves que cruzan el misterio del mar!
Como ánimas perdidas en las sombras inertes
que se acercan, se miran y no se encuentran más!
¡Oh! la nave que zarpa de la tierra propicia
como leve gaviota que se pierde en el mar
y los blancos pañuelos que aletean inquietos
desde la orilla como si quisieran volar
y mueren en la vaga diafanidad marina
mientras las ...
Azul: así es el cielo del hermoso Triana
de la florida tierra do parecéis venir,
es azul la página cual son, bella gitana,
las aguas rumorosas del gran Guadalquivir.
Andaluza morena de labios color grana,
gracioso y fascinante su eterno sonreír,
ondulante y flexible como mora sultana,
nacida en algún reino lejano del Ofir.
Zulima de Valencia, la mora enamorada,
¿acaso fue más bella que vos?, ni Scherezada,
la oriental narradora de hermosa perfección.
En vuestro álbun hermoso dechado de primores
zarzales son mis versos en un campo de flores;
imploro para ellos benévolo perdón.
... No recuerdo si esta hora la he vivido o la he soñado.
Algo me evoca el silencio de sus inciertos segundos.
Esta hora es en mi vida como un beso del Pasado
que me trajera un mensaje de recuerdos de otros mundos.
¿La sentí cuando vivía bajo los bosques de Hircania?
¿La he vivido cuando era condestable de algún Luis?
¿O fue en el caballeresco siglo de la vieja Hispania
cuando en mi estirpe y mi escudo brillaba una flor de lis?
No sé... mas siento un recuerdo que desde lejos me llega:
... dos siluetas que se alejan bajo una túnica griega...
... se besan... entre las sombras de una vid se han esfumado…
Se fue la hora hacia el misterio ¡Tomará tras de los siglos y dirá mi alma al sentirla, irguiéndose en sus vestigios:
... no recuerdo si esta hora la he vivido o la he soñad...
En el máximo circo de la opulenta Roma,
rodeada de su corte de nobles augustanos,
Caia, divina augusta, cabe el podium se asoma
mientras el breve espéculum, fugaz, brilla en sus manos.
El anfiteatro inmenso la muchedumbre llena
y entre el silencio y calma de los espectadores
bravamente se empeñan en la dorada arena
en singular combate, dos diestros gladiadores.
Uno es rubio sicambro de gallarda apostura
que viene de las tierras brumosas de la Galia,
con su cota de malla y su férrea armadura
a morir bajo el bello azul cielo de Italia.
El otro, del tridente, que es un noble reciario,
tiene el cuerpo frotado con aceite de oliva,
y en sus redes procura coger al adversario
que ágil y diestramente, la fina red esquiva.
En vano la victoria busca el sicambro rubio.
La l...
Para el doctor Carlos Gibson
Alma, ¿estás afligida
porque esta tarde que a soñar convida
con el sol morirá, pálida y breve?...
Deja... no pienses más... ¡Deja y olvida!...
Deja que el sol se lleve
las tardes que nos quedan en la vida...
Fue al compás de las horas
pasadas entre pálidas auroras
que el sol, por el cristal de la ventana,
¡bañó nuestras cabezas soñadoras
e iluminó el jardín y la fontana! ...
Con las horas se ha ido
lo que se ha amado y lo que se ha sentido...
Y de aquellas que van hacia la Nada,
¡sólo queda un vencido
y un alma inconsolada!...
¿Recuerdas que las rosas temblorosas,
copiábanse en las fuentes rumorosas
cuando fresco el amor nos sonreía?
¡Mira cómo a la muerte de este día
se deshojan las rosas!...
Ya las rosas futuras,
no nos escanci...
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