Gorrocha

Qué es más débil
que tener miedo a
todo
y por ello no
hacer nada.

Tengo trece muertos
puertos abiertos
al dolor
y un camino
recto hasta el final.
Me encantaría bajar
hasta el cemento
y acabar.

Con qué compraré
tu aliento,
¡que es para seguir
viviendo!

Abre la puerta
empujando.
¿Que cuesta, piensas?
No es cierto:
que tú estás
detrás
esperando.

Como gotas de una cascada
cristal y luz
encerradas,
me empapan
tus miradas
cuando ríes y me miras.

Tanto me escondo
tras la barba
como tras la calva.
El caso, mujer, es
no estar enfrentado
tal como yo sólo soy,
ante el dolor de saber
lo solo que yo estoy.

Cantan cuerdas,
cuerpos de guitarra,
cuerpos de mujeres,
todo frío
todo materia
todo nada.
Sólo vibran
un poco
por un poco
de querer tomar
aliento.

Me estremezco.
¿Quién te puso la piel,
mujer?
¿Quién te hizo así?
Me estremezco de vivir,
y por vivir, vivo,
y vivo te digo:
¡Mujer!

Esta mujer es el cielo
y el infierno simultáneos.
¿Hacer otra cosa, me pides?
Imposible:
amar es cierto
mentir muy posible
tenerla incierto
y quererla real
es un vivir de quimeras.

De palabras grandes
y de diccionario oscuro
están llenos mis espesos pensamientos.
Calle oscura cerrada
me conduce a ti esta madrugada.
Ondean al aire, que no viento,
los desnudos nervios solitarios
de mi carne olvidada de caricias.
Son primicias
del olvido que me ahoga,
son luchas con la ola
de tu recuerdo disuelto en los ayeres.