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VERTIGINOSAMENTE ENDURECIDO guitarras, madera, Pero de pie resiste la calumnia, la celeste herencia indiferente, y el grito desteje sus azules, con nada temas, de petición postrera, con el rumor del almendro, porque aquí surgió la mano, deliciosa primicia, en su balanza de audaz medida, con ese brazo inexistente. Es de la primavera, creo, que tal vez un poco con su otoño, que se anuncia, mientras rasura despacioso al césped. Y enardecido como su guitarra, camina. ¿ O ha de quedarse pálida, amarilla, desmayándose lenta, calcinada?. Ya soñando el amor desde su orilla ligera. Con la punta, de sus sombrillas, al sol. Un dolor como un árbol, en la trinchera del fin dichoso, seco por la mañana. Un dolor sin orilla, en el humilde rol de los vergeles, para dormir al agua, con sus olores. Y desde cada momento, con un cordón de seda, perdido entre las calles, donde todos solos, hemos pasando, por encima de ellos tan a menudo, que nada les dejó de su nueva tiesura. A todos doblegó, inválida y blanda desolación, que no dejó, ni uno solo, sin conquistar. Aprendí la manera del mundo, de la madera, de las raíces, que pasan desconocidos, desde el árbol insomne. Ahora, despertada, cada una de sus hojas, en los ojos. Pero no pudo ser. Y aquí me quedo sin gloria ni valor, que no apetezco, de los tétricos socorros. Tan sólo un poquitín de la flor y la hoja verde, y el mar al darles su todo azul, sin la espuma blanca. La niña pequeñita, con el brazo de amor que la llevaba, de pensamiento, cuando no sea ya más, que otro deseo extinto. De un soñar antiguo, porque la armonía descansa, nacido a luz y sol, hecho ya una palabra. Milagro al fin que vive, lozanías y reposos sin hojas. Ya habiendo tenido quizá, la elección acertada, pues era tupido y requería uso. ¡Bajo la piel!. Aunque en cuanto a lo que vi allí, el camino colma y corre, eso que allí ha quedado, en su rama temblorosa, lejos del viento, puesto que no la miras, sin gente, en el compositor sublime, en el rostro que vejan, por algún hogar con embeleso. ¡Al imitar, peregrino al acero!. Autor: JOEL FORTUNATO REYES PÉREZ |
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