Cincuenta años han pasado
de la muerte de Neruda
el de musa testaruda,
nostálgico he degustado
su Poema Veinte, amado,
en el que bien consciente
bajo el despecho ardiente
nos llevó a la febril noche
de amor que entra en derroche
cuando más se halla ausente.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad de México, a 23 de septiembre del 2023
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
Los ojos se me fueron
tras una morena que pasó
Era ne nácar negro,
era de uvas moradas,
y me azotó la sangre
con su cola de fuego.
Detrás de todas
me voy.
Pasó una clara rubia
como una planta de oro
balanceando sus dones.
Y mi boca se fue
como con una ola
descargando en su pecho
relámpagos de sangre.
Detrás de todas
me voy.
Pero a ti, sin moverme,
sin verte, tú distante,
van mi sangre y mis besos,
morena y clara mía,
alta y pequeña mía,
ancha y delgada mía,
mi fea, mi hermosura,
hecha de todo el trigo
y de toda la tierra,
hecha de toda el agua
de las olas marinas,
hecha para mis brazos,
hecha para mis besos,
hecha para mi alma.
---------------------------------- ...
Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor, en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros:
¡tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas...
Amigos, disfruten de este hermosísimo poema de Pablo Neruda.. Un gran Abrazo En Amor y Luz. Namasté Yajaira Zamora Mora. TAL VEZ no ser es ser sin que tú seas, sin que vayas cortando el mediodía como una flor azul, sin que camines más tarde por la niebla y los ladrillos, sin esa luz que llevas en la mano que tal vez otros no verán dorada, que tal vez nadie supo que crecía como el origen rojo de la rosa, sin que seas, en fin, sin que vinieras brusca, incitante, a conocer mi vida, ráfaga de rosal, trigo del viento, y desde entonces soy porque tú eres, y desde entonces eres, soy y somos, y por amor seré, serás, seremos.
Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas. Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma. Es en ti la ilusión de cada día. Llegas como el rocío a las corolas. Socavas el horizonte con tu ausencia. Eternamente en fuga como la ola. He dicho que cantabas en el viento como los pinos y como los mástiles. Como ellos eres alta y taciturna. Y entristeces de pronto, como un viaje. Acogedora como un viejo camino. Te pueblan ecos y voces nostálgicas. Yo desperté y a veces emigran y huyen pájaros que dormían en tu alma.
Áspero amor, violeta coronada de espinas, matorral entre tantas pasiones erizado, lanza de los dolores, corola de la cólera, por qué caminos y cómo té dirigiste a mi alma? Por qué precipitaste tu fuego doloroso, de pronto, entre las hojas frías de mi camino? Quién te enseñó los pasos que hasta mi te llevaron? Qué flor, qué piedra, qué humo mostraron mi morada? Lo cierto es que tembló la noche pavorosa, el alba llenó todas las copas con su vino y el sol estableció su presencia celeste, mientras que el cruel amor me cercaba sin tregua hasta que lacerándome con espadas y espinas abrió en mi corazón un camino quemante.
Aquí te amo. En los oscuros pinos se desenreda el viento. Fosforece la luna sobre las aguas errantes. Andan días iguales persiguiéndose. Se desciñe la niebla en danzantes figuras. Una gaviota de plata se descuelga del ocaso. A veces una vela. Altas, altas estrellas. O la cruz negra de un barco. Solo. A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda. Suena, resuena el mar lejano. Este es un puerto. Aquí te amo. Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte. Te estoy amando aún entre estas frías cosas. A veces van mis besos en esos barcos graves, que corren por el mar hacia donde no llegan. Ya me veo olvidado como estas viejas anclas. Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde. Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta. Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante. Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos....
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo, sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura, en regiones contrarias, en un mediodía quemante: eras sólo el aroma de los cereales que amo. Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa en Angola, a la luz de la luna de Junio, o eras tú la cintura de aquella guitarra que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido. Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria. En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato. Pero yo ya sabía cómo era. De pronto mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida: frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas. Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
Las Tres aves del mar, tres rayos, tres tijeras, cruzaron por el cielo frío hacia Antofagasta, por eso quedó el aire tembloroso, todo tembló como bandera herida. Soledad, dame el signo de tu incesante origen, el apenas camino de los pájaros crueles, y la palpitación que sin duda precede a la miel, a la música, al mar, al nacimiento. (Soledad sostenida por un constante rostro como una grave flor sin cesar extendida hasta abarcar la pura muchedumbre del cielo.) Volaban alas frías del mar, del archipiélago, hacia la arena del noroeste de Chile. Y la noche cerró su celeste cerrojo.
Y te perdí mujer. En el camino me prendiste una lámpara fragante, entonces se aromaron y se hicieron divinos todos estos cansancios humildes y constantes No sé si apenas eras una leyenda o eras un río que afluía para todo dolor pero si fue leyenda para mi enfloreciste aromas dentro de mi canción. Hiciste un semillero de ilusiones que vivió ingenuamente en mi tristeza. Lentamente. Fue el jugo de rencores echados sobre el jugo de rencores sobre el manto de la ilusión ingenua. En mi torre de odios tuviste una ventana (Un vidrio ilusionado, transparente y gentil.) Ya se quebró. Es inútil que te llame mi amada porque, mujer, en una negrura te perdí.
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