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Sábado - 07.Diciembre.2024

Federico García Lorca

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Enviado (29/04/2011) - Enviado por la poeta
La Vida es cariñosa
como el tiempo vanidoso,
la Vida; como no, es algo,
no; no es algo; si no que
mucho, claro está que no
tiene vista, ni tampoco oído,
ni tampoco olfato, ni tacto...
...Pero sí tiene felicidad,
alegría y infinitez...
...A ti te parece interminable
pero...¿verdad que algun día se acaba?
SI...
Enviado (11/02/2010) - Enviado por la_lelo40
     Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.
      Un viento sur de madera, oblicua en el negro fango,
escupe a las barcas rotas y se clava puntillas en los hombros;
un viento sur que lleva
colmillos, girasoles, alfabetos
y una pila de volta con avispas ahogadas.
El olvido estaba expresado por res gotas de tinta sobre el
        monóculo;
el amor, por un solo rostro invisible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos sin una sola rosa.
     
 &...
    Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre,
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo.
    Ellos son.
Ellos son los que beben el wisky de plata junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón por las heladas montañas del oso.
Aquella noche el rey de Harlem,
con una durísima cuchara
arrancaba los ojos de los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraraba las venas de los bailarines.
   Negros, Negros, Negros,...
Enviado (06/02/2010) - Enviado por la_lelo40
Con una cuchara,
arrancaba los ojos a los cocodrlos
y golpeaba el trasero de los monos.
con una cuchara.
   Fuego de siempre dormía en los pedernales
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.
   Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.
   Los rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire,
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.
   Es perciso cruzar los puentes
y llegar al rubor negro
para que el perfume de plumón
nos golpee las sienes con su vestido
de caliente ...
Enviado (05/02/2010) - Enviado por admin
Aquellos ojo mío de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.
   Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde aronaban las niñas,
el hocico de oro, la seta vevenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro uro de las botellas.
Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de santa Rosa domida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.
Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan sile...
Enviado (05/02/2010) - Enviado por admin
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.
   Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta vevenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.
Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.
Desvás donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guarda...
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llanto.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
...
Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.
Con el árbor de muñones que no cantan
y el niño con el blanco rostro de huevo.
Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.
Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!
----------------------------------------------------------------
¡Esa esponja gris!
Ese marinero recien degollado.
Ese río grande.
Esa brisa de límites oscuros.
Ese filo, amor, ese filo.
Estaban los cuatro marineros luchando con el mundo,
con el mundo de aristas que ven todos los ojos,
con el mundo que no se puede recorrer sin caballos.
Estaban uno, cien, mil marineros,
luchando con el mundo de las aguas velocidades,
sin enterarse de que el mundo
estaba solo por el cielo.
El mundo solo por el cielo solo.
Son las colinas de martillos y el triunfo de la hierba espesa.
Son los vivísimos hormigueros y las monedas en el fango.
El mundo solo por el cielo solo
y el aire a la salida de todas las aldeas.
Cantaba la lombriz el terror de la rueda
y el marinero degollado
cantaba al oso de agua que lo había de est...
Verde que te quiero verde.
Verde viento.Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
                  *
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Por quién vendrá? ¿y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, p...
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