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Estás en: Poetas famosos

Letrillas y romances

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Enviado (08/07/2011)Enviado porJose Ramon Muñiz Alvarez-




No pudo atreverse el cielo


ni el sol, cuando despertaba,

a herir de la dulce moza

los ojos, llenos de gracia,



desde que sus ojos vieron

los que enseña, a la alborada,

blanca de nieve y granizo,

si de nieves se derrama;



desde que la descubrieron


sobre la altura callada

del cielo que duerme y llora,

hasta que despierto canta;



desde que besó su pecho,


desde que besó su falda,

desde que besó sus labios

que nadie nunca besaba.



Tejiendo estaba las redes,


siempre tan enmarañadas

(que suelen las niñas buenas

deshacer esas marañas),



mucha paciencia mostrando


en tener que descasarlas

para volver a tejerlas,

como todas las mañanas,



y el sol, anuncio de fuego,


porque quiso saludarla,

con sus luces dijo todo

sin decir una palabra,



que ya sus rayos dorados


su cabello acariciaban

como si el tesoro fueran

de una juventud temprana.



Ella, que además lo sabe,


canta canciones que usaban

los más viejos en los siglos

en que se usaba cantarlas,



y que a su madre solía


escuchar, cuando lavaba,

años antes que su padre

de su mujer enviudara,



y, con cantar las canciones,


sueña con esa Atalaya,

donde en setiembre, a la fiesta,

bailan las mozas lozanas,



juntando los pies al tiempo,


corros haciendo con gracia,

girando sobre sí mismas,

a la tarde y la mañana.



Y las gaviotas la escuchan


cuando allí volando pasan

y por el Baluarte corren,

desde la vieja Atalaya,



donde la ven con las redes,


sobre la Almena almenada,

que en los siglos anteriores

era tremenda muralla,



no fuera que los daneses,


esos paganos piratas

quisieran tomar el pueblo

y arrancarles, por las bravas,



no el oro, pues son humildes,


mas las mujeres casadas

y las que aun eran doncellas,

atacando cada casa.



Y, mientras teje Marcela,


con tal nombre bautizada,

las redes con que su padre

sale al mar antes del alba,



estas pesadas labores


endulza con lo que canta,

templando la voz con gusto,

que acompaña agua salada,



cuando no aplaude sus cantos


acompañando tonadas

y las coplas más alegres,

en el placer de orquestarlas,



porque sus arrullos suenan,


como quien sabe arrullarlas,

con los raros estribillos

que ella mezcla a lo que canta:



“Hay mares en Puerto Vega,


campos verdes en Soirana,

la iglesia en Santa Marina

y en Caborno muchas casas,



todas con tejados negros,


que son de negra pizarra,

aunque las paredes muestran

sus tonalidades blancas,



y entre estos muros, a veces,


los marineros se guardan

de las tristes tempestades

que soportan en las lanchas,



cuando en los mares se pesca,


y se sufre, porque el agua

con más violencia sacude

los pesqueros y chalanas.



El mismo mar que da golpes


a los remeros de Luarca,

a los de Tapia, sin tregua,

a los que vienen de Navia,



las mismas olas violentas,


la misma furia malvada

que no quiere, con el día,

saber de la luz del alba,



que hace temblar, a la noche,


a marineros que callan

y no pronuncian sus penas,

porque no es bien pronunciarlas,



porque dicen que las penas


saben mal y que tragarlas

es difícil y es amargo

no poder luego olvidarlas.”



Dejemos pues a Marcela,


que sus lágrimas alcanzan

a enturbiar, cuando son tristes,

nuestro pecho y esperanzas,



y volvamos a lo nuestro,


porque, aunque tan bello canta,

hay momentos y canciones

que no son para cantarlas,



que algo en el ánimo mueven


que producen tiernas lágrimas

que recorren siempre el rostro

de los que saben gustarlas,



pero no son oportunas,


sabiendo que esta mañana

es San Juan y ayer fue fiesta

en las tierras de Soirana.



2009 © José Ramón Muñiz Álvarez

Todos los derechos reservados por el autor.



Categoría: Telayas, Puerto Vega, Soirana, Tapia de Casariego, Losera, Soirana, Caborno, Almena, Baluarte.



José Ramón Muñiz Álvarez

(Breve reseña)



José Ramón Muñiz Álvarez nació en la villa de Gijón y sigue residiendo en Candás (concejo de Carreño). Su infancia transcurre de manera idílica en dicho puerto, donde pasa su juventud hasta el término de sus estudios. Licenciado en Filología Hispanica y especialista en asturiano, vive a caballo entre Asturias y Castilla León, comunidad en la que es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su afán por las letras y las artes lo ha llevado al cultivo de la poesía. Es autor de varios libros, de los cuales ya ha dado a conocer "Las campanas de la muerte", aunque en una tirada modesta.
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