Usuario - - Acceso de Usuarios | Viernes - 29.Marzo.2024 |
Estás en: Poetas noveles Por las esquinas de la playa Se acercan los tristes vencejos, Y llega al ámbito la maya Cubierta de prismas reflejos. Le obsequian un ñorbo los niños, De vastos pétalos rubios, Ella enmudece de miriños Absorta de bellos efluvios. Cantando viene el hada Iza Con sus guedejas alumbradas, Y conmoviéndose de risa También las sciris bienamadas. Furtivos miran lebreles La maya loca, loca e ida; Entonces le invitan sus mieles De colmenares conocidas. La maya atisba y frunce el ceño Al patecito bienoliente Va observándole algo pequeño Y lo mastica con el diente. Fulguran algo opacas luces, Entonces prenden una antorcha. Ráscanse todos las dos bruces, Y la miel del paté se encorcha. Miran hacia el cielo. No hay nubes. Todos aciertan a reír. Cantan y cuentan los querubes Que algo más tarde han de venir. Los carasucias van al pueblo, Y cogen algo en la alacena. Silbando van hasta San Nieblo Y compran pan para la cena. La playa en tanto es la fogata Donde se escuchan voces, trinos. No ha de parar la serenata, Ni se molestan los vecinos. Se arma ya la fiesta en la playa. Los querubines de sus corpiños Sacan regalos, y a la maya Le dan un tul y dos armiños. Se mira atónita al espejo Que brilla a la luz del valle. Y con un lúdico reflejo El corso pasa por la calle. Resuena entonces la vihuela. Parten el pan los chiquitines. Presuroso el cocuyo vuela A traer quesos mandarines. El hada Iza ya danza, Pero la maya desconoce. Finge entonces dolor de panza. Y con rubor se aleja y tose. Mas los lebreles con mirada Le indican que vuelva a su sito. La maya asiente algo enojada Y de coraje avienta un grito. Todos quedaron boquiabiertos. Sólo se oyó el gran alarido Con su eco grave hasta desiertos De lugares desconocidos. Ya calma todo, y ello pasa. La maya ríe toda loca. Y deciden con una gasa Y un hilo cerrarle la boca. Pero ya acercándose el alba Descubren sus planes secretos. Y el hada de ira queda calva En estos momentos inquietos. Corre la maya muy de prisa; Tras de ella van los cien lebreles, Y en su corso el hada Iza Con sus mil sciris tan imbeles. Los querubes despavoridos Se apiadan de la pobre maya, Y Sin pensarlo decididos La llevan segura a la playa. La oscuridad ya mengua, E impotente llora la Iza, Y en tanto se muere de risa La maya y le saca la lengua. Por la esquinas de la playa Se alejan los tristes vencejos Y con ellos se va la maya Cubierta de prismas reflejos. |
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