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Estás en: Poetas noveles [El aedo contempla al héroe elfo en la cima de un promontorio, frente al mar Itro. En la arena, a pocos metros de la orilla y sobre tablones, se hallan sujetos varios botes. El elfo está solo, pero su discurso se alza vigoroso, remedando la pujanza del mar]. - 1 - Desde aquí, oh promontorio notable, tiendo la mirada al mar, y... qué oteo: ímpetu, fortaleza y digna majestad. Su brisa, oh flujo mágico, penetra generosa en mis adentros dejando, como cuando era niño elfo, un sinfín de ventanas abiertas, ventanas que dan su medida aflorando y afirmando la verdad. El mar, la mar... ¡bendita presencia! A veces, el frío marero, robustece mi decaída mirada, y la mar, de súbito, me abre nuevos horizontes, horizontes con influencias casi sacras. Y fijo mi atención en el oleaje, en el embate de las olas en la rompiente, en ese peñasco que se alza como adherido al cielo. Oteo esta mar y, simultáneamente, sueño con un mar de pureza, con un mar de nostalgia, con un mar que siente al elfo que pudo haber sido y no es. ¡Oh mar de recuerdos, vasto mar de añoranzas!: yo te describo con torpes palabras o pueriles garabatos; y tú, por el contrario, me envías profunda fragancia. Te anhelo y tú, entretanto, despiertas vástagos de libertad de aquel que fue un grandioso corazón, pero que ahora se siente tan débil y quebrantado. Más allá blancuzcas gaviotas van describierndo amplios círculos en el cielo, mientras otras se mecen en la superficie del agua, cuando no se alejan o huyen del impetuoso cernícalo vulgar. Extracto, que es Introducción de mi obra "Fiel aedo". |
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