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Etiquetas: juan-josé reyes ríos, amor romántico (10) Dejadme besar las alas de esta linda mariposa; dejadme bañar en el río con esta ninfa pizpireta que me mira y remira; y yo en ella veo la luz de unos ojos prístinos. Dadle al gnomo las alas del horrendo murciélago, al elfo el arco de nogal, y llevadle a la bella moza del duende del bosque, esta rueca de madera de pino, construida por aquel genio que no lo fue del aire, mas sí del espíritu. Yo, la reina de las hadas, conocedora del talante de la dignísima Ofelia, me reclinaré en este lecho de flores olorosas y, de noche, danzaré con vosotras, dulce cortejo de hadas. Despertadme cuando las libidinosas luciérnagas despidan esa fosforescencia de color blanco verdoso. Mientras tanto, entreteneos y dad rienda suelta a vuestras fantasías. (11) Instantes de fulgor, luz de tiempos primigenios, preguntas, respuestas... duda y tempestad. El espíritu naufraga; los pretextos, ¿qué son ante la razón y el profundo abismo de los milenios? El mundo que nos rodea mantiene un pulso con nuestro espíritu, el cual rechaza los senderos escabrosos y sin esperanza. El poder, el conflicto, lo mudable y la belleza caracterizan nuestro orden: el gran Teatro del mundo. Unos son mudos espectadores; otros actúan sin disciplina; y los menos señalan la espina de la selvática rosa. Una antorcha, sí, para iluminar nuestro camino, una brújula para orientarnos, unos libros de sabiduría antigua, y una libreta para ir apuntando lo que acontece y las hondas reflexiones. “Ser o no ser, ¡he aquí el problema! ¿Qué es más elevado para el espíritu...?”. Sepultad el tedio, dadle un puntapié a la ignominia, aherrojad la hipocresía, y que no veamos en torno nuestro la insoportable vanidad de pavo real. No abrazaré a los monstruos de las horrendas tinieblas, ni permitiré que el mal anide en mi desesperación. Zarpa ya mi velero; voy a reunirme contigo inevitable Muerte. (12) Ya no sé por qué océanos navego, ni si me toparé con el fiero vórtice de la desabrida desesperanza. Mas dicen los libros sacros que hay un tesoro en el Cielo; y yo no puedo dejar de ser pirata. Ya mis fugaces sombras van sellando el abrazo con los gusanos aborrecibles que de mí no dejarán memoria. Mis proyectos, los ensueños, mi poderosa imaginación... ¿dónde recibirán, inacabados, el frío beso de la Muerte? He dormido y soñado con poemas que son de otra condición; hastiado del mundo me refugié en una morada habitada por tristes y alevosas sombras, por quejidos, por lamentos... por el traidor desaliento. Sólo espero morir en rebelión, atizar la lacra de la desigualdad social, y, sin aspavientos, volcar mi desilusión en torno al mundo conocido. Otro pudo ser, mas no fue; como en Hamlet late la venganza, la acción como resultado del análisis acerca del ser y del no ser. Extracto del libro: "Luz de los ojos" Juan-José Reyes Ríos web: http://www.galeon.com/jjreyesrios |
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