Otoño inmisericorde

Ahí está, el ojo lo ve

la marca intuye el sitio peligroso

resecando la espalda del hombre

la cruz proyecta la palabra fría y húmeda

sin poder detener el tiempo.

En la noche, el amor es un bufón

para la sangre que se decolora

ejercitando la violencia de vivir

en tanto el hueso mengua silencioso

y ni siquiera el amigo taciturno se inquieta

apuntalado en la apariencia de sí mismo.

Y sigue ahí, ciego……presiente la burla y llora

tras la noche ahogada en el azabache mármol

de la bombilla diminuta del espacio

allí, mendiga la espera indolora

para que todo se apague

y acabe cayendo el corazón

atrancando los ojos ya velados

rebosados de la salvaje luz del sol.

Carne temblorosa por el miedo

¿Qué me cuentas sobre la eternidad?

revolotea en el hueco del deseo

como una hoja en el otoño inmisericorde

mientras se acaba uno como el silbido de un tordo.

Corazón afligido, estrujado a la intemperie

te pierde la palabra jubilosa

en las tumbas roturadas en viernes

ahítas de amor por el silencio de la víctima

 sobria muerte que reconocerá la nota que retienes

entre la chicha cargada de miseria

multada por la impiedad del tiempo consiguiente.

Terco, el ojo lo ve, plegado en la pintura

que plasma la laringe mortal de la vida

estridencia virtual que nos desuella

el fuelle retorico de la lengua sin autoridad  futura. 

Mansa, la lluvia dulcifica mis ojos torturados 

que rojizos dilatan su fatiga en el verde de la orilla

hinchados y resecos te advierten

de la brevedad de la luz cuando oscurece.