Usuario - - Acceso de Usuarios | Domingo - 08.Diciembre.2024 |
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Etiquetas: jose ramon muñiz alvarez, espinelas La aurora de la muerte Los prados humedecidos Que, besados por la helada, Con la misma madrugada Yacían adormecidos, Escucharon los gemidos Llegados del firmamento, Que, rozados del aliento De la aurora blanquecina, Apartaron la neblina, Densa en las alas del viento. Y aquella mancha de plata Que el sol trajo en su carruaje Iluminaba el paisaje, Mezclando al blanco escarlata, Que, aunque tímida, sensata, De agotarse temerosa, Rasgó la caricia hermosa Al rayar en la mañana, Como caricia temprana, Llena de luz, olorosa. El arroyo, sin apuro, Aún su cauce empobrecido, Murmuraba su sonido Al cruzar el valle oscuro, Siguiendo el curso seguro Que, en su descenso tranquilo, Avanzaba con sigilo Entre las cómplices sombras, Regando secas alfombras, Buscando mayor asilo. De las aguas transparentes, Su curso lento, sencillo, Se saciaba el cervatillo Que bebió de las corrientes, Reflejándose en las fuentes Donde las juncias brotaban, Y en las alturas hallaban La copia de su hermosura, El sosiego y la frescura En las nubes que flotaban. Y entonces te despertaron De aquel sueño perezoso, Con el beso más gozoso Que jamás imaginaron, Los colores que llegaron A las alturas de un cielo Que alcanzaste, alzando el vuelo, Al nacer de la mañana, Donde la llama temprana La escarcha halló sobre el suelo.
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