Se cuelan tus perfumes en mis labios

Me acerqué a tu risa cantarina
cual la de una fuente en la montaña
entre rocas muertas escondida
procurándoles sabor, color y vida
como tú me das a mí, mujer querida.
Con mis cabellos rondando en tu regazo
cálidos tus brazos en los míos
se cuelan tus perfumes en mis labios
como aroma de una fresca mandarina
robada al albor de la mañana
del árbol que en tu huerta se regala.
Y allí, golosos de mi calor, tus abrazos
abruman y atosigan las prisas de mi avaricia
por tocar tu piel, tan tenue como sedosa
oprimiéndose hasta mí con su delicia
en tanto mi piel sobre ella se desliza.
¡Ay amor! que poder contienes en la boca
cuando atiza las brasas de tu risa
calcinando la pasión que me provoca
las formas de esas sedas que imprecisas, avivan
tu ausencia y a mi memoria aturden e insinúan.
Quizás, los labios se agrieten con el tiempo de la brisa
pero tu piel está en mis ojos
y en mis recuerdos, el apremio de mis labios sobre tus labios rojos.