Manuel Amado Vázquez

He conocido el amor, he conocido el dolor, he conocido la soledad.
He sentido la sonrisa brotar de mis labios, he sentido el rictus de dolor brotar de mi rostro.
He visto desvanecer tú rostro de entre mis manos.
He visto la magnitud del amor brotar de tú corazón.
He amado con locura, he amado con dolor.
He deseado morir, he deseado renacer.
He vivido en ti…
He muerto un poco en ti…

Lentamente me acerque a tú orilla y contemple la profundidad del mar.
Lentamente me acerque a tus ojos y contemple la profundidad de tú ser.
Lentamente me adentre en tus aguas, hasta sumergirme y recibir tu abrazo mortal.
Lentamente me adentre en tú ser, y recibir tu abrazo de amor.
Lentamente me desperté de un profundo sueño, y ahogado de sensaciones en tus brazos me hallé.

Un sentimiento de amargura invade mi ser, pues tu presencia me falta. Sentimiento de dolor por una ausencia tantas veces temida y que mi corazón se niega a asumir.
Un amor incomprensible e irracional, que se rebela contra la realidad más dolorosa, tu ausencia.
Los kilómetros van pasando bajo mis cansados parpados, el neón de la gran urbe tan llena de vida y a la vez tan solitaria, aturde mi cerebro con pensamientos lúgubres.
Luces de miles de vehículos que parecen cobrar vida propia, mientras humildes mortales nos esforzamos infructuosamente por ser felices, intentando vislumbrar esa felicidad detrás de cada esquina.
El macrocentro comercial se abre ante mí como una monstruosa pirámide que amenaza con engullirnos sin contemplación, mientras las escaleras mecánicas van desgranando mis ...

Qué extraño eso del amor...
Alegría, acongoja en una sola frase
Qué extraño eso del amor...
Un corazón oculto y frio que un suspiro de tú aliento, devuelve a su estado primaveral
Qué extraño eso del amor...
Un corazón encerrado que llave alguna abría, más una ganzúa en forma de mirada lo abre de par en par
Qué extraño eso del amor...
Que pasión oculta en una simple mirada, que abre expectativas a un corazón cansado.
Qué extraño eso del amor...
Tú cercanía hace brotar las aguas de la fuente de la juventud y la pasión nuevamente invade todo mi ser
Qué extraño eso del amor…

Hubo un tiempo en que Erato, la musa de la poesía en forma de lírica, me regalaba sus dones.
Hubo un tiempo en que Calíope, se dignaba a susurrarme sus versos más épicos.
Más solo la musa de la tragedia, mi fiel Melpómene se dignaba a guiar mis palabras.
Cuando creía que la tragedia reinaría en mí ser, tus palabras, ¡Oh! Amada mía, como sí de Euterpe misma fueras la reencarnación, con el viento, tú música de amor a las musas has conseguido que de nuevo se dignen a visitarme y perdonar mi abandono.