Tú, que nunca habías topado con la edad
has ingerido toneladas de horas enlatadas
con inspiraciones recortadas sin piedad
por el tiempo que llevabas sin tomarlas.
Llego la gota de rocío a la floresta seca
aquella idea que pisabas sin notarla
con la suela de caucho formateada
mientras en el fondo de la vaguada con un verde cebada
la hora estaba muerta, seca, hostigando su palidez gris clara
Las insinuaciones de deseos caducados
alargan el tiempo de las quejosa filigrana
pobre hombre, lidiando por comer en la sabana
hierbajos secos con raíces claras y terrosas
de que te sirve el cerebro de grandes pliegues intensos
si sigues muriendo, de todo insatisfecho.
Tú, estafabas el veneno en forma de tisana
degustando el fino tacto que daba el caldo
verde, rojo, amarillo, negro
lo tomabas desganado, con dolores en el pecho
la piel enrojecida por el ahogo y las arrugas.
Mientras. te dejan sin sitio en el banco de la vida
al fondo de los ojos vidriosos
las puntas del cerro sobre un azul mentiroso
y el polvo del salitre en derredor del pozo.
Tus dedos, alas que reposan desencantadas
de no topar el aire con que vuelan
los pájaros de plumas sonrosadas
son la medida de aquello que oculta tu mirada
por no mostrar así desnuda
la miseria de la gloria sorda y muda
que nunca llegaste a probar si te mataba.
Arcos floridos que engullen sin cortedad
el oscuro recinto de la cárcava
donde guardas ocultando tus razones
que no son sino fracasos, exhaustos de edad
porque no te queda tiempo para clementes emociones
y dejaras allí todo, lo poco que cogiste
fiado a la breve vida que obtuviste.
Harta la piel tuya del tiempo magullado
por las chinas del riñón o de tu hígado
acabará haciendo añicos su conjunto
huyendo del vivir planificado
por el mundo
y escribirán las esquelas del asunto
a precio de oro el trocito de la hoja ocupado.