Busca la paz mi pecho herido.
Mazazo del tiempo
que me va quitando al niño,
a paso tan lento
y en mi afán por su amor,
me hace sentir calor
en tan angustioso frío
y arropo con un gran cariño
al pobre y desvalido niño.
Alegre y ligero
camina mi perro,
como un sonajero
cubierto de pelos.
Las patas traseras,
los dos jamoncillos,
los mueve y jalea
con gracia y con brío.
Las uñas arqueadas
que quieren ser garras,
apenas si rascan
la tierra asfaltada.
Gruñido y gorjeo
le hierve en el pecho,
en cascabeleo
alegre y travieso.
De mi familia inmortal,
de mi juventud eterna,
no creo que por llorar,
el tiempo pasado vuelva.
Y agudizo mortal oído
y en mi desesperación
oigo risas y gemidos,
de fantasmas en legión.
De mi juventud eterna,
de mi familia inmortal,
que queda sobre la tierra
todo se ha esfumado ya.
Pongo en tu cabecita
corona de mariposas.
Revolotean graciosas
en aureola bendita.
Querubín de mi vida,
niño predilecto,
ni el rencor ni la envidia,
anide en tu pecho.
Es mar abierto bravo y salvaje
y se levanta en espumas hasta el cielo
y adorna el horizonte con encajes
y cae rendido, sumiso, placentero
y hostigado por fiera naturaleza,
abre sus fauces de gigante.
La espuma refleja su semblante
y Dios se recrea en su grandeza.
¿Por qué me sumerjo ahí
en ese pozo de pena?
Si partir no es morir
y tú fuiste a vida nueva,
con tu niño a la cadera,
corazón en la garganta.
¿Por qué no se fue contigo?
Si yo ya sentí el vacío
que tu ausencia me dejaba.
Sin ansias y sosegada,
con el alma embelesada,
en la paz que la conforta,
la esperanza que la anima
y prendida en luz divina
vive su vida interior,
se aligera el corazón,
un pesar quita de encima
dice que ha encontrado a Dios.
La espalda de mi madre
ya se inclina hacia la tierra.
Solamente Dios sabe
la pena que siento al verla.
Y me embarga la tristeza,
no me llega a la conciencia.
¿Dónde empieza y acaba
la felicidad en la Tierra?
Si te miro alegremente
y un tesoro en tí tengo,
¿Por qué dices que la muerte
tiene contigo derecho?
Sea tu voluntad mi Dios,
llévala contigo tarde
y cuando así sea Señor,
no tardes mucho en llamarme.
Lucho y desespero,
mal que no logro vencer,
fuerzas le pido al cielo
y suplico su merced.
Campo abonado es mi mente,
que germina tanto mal
y mi pobre alma se pierde
sin fuerzas para luchar.
Un precipicio es la muerte,
fondo no podré tocar,
mi culpa marcó mi suerte,
perdí mi oportunidad.
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